
En un momento de urgencia ecosocial, imaginar otros futuros posibles requiere no solo de buenas ideas, sino de estructuras que las sostengan, las acompañen y las hagan florecer. Conscientes de esta necesidad, la Fundación Daniel y Nina Carasso —activa en España desde 2014 y comprometida con el arte ciudadano y la alimentación sostenible— decidió explorar una nueva vía: apoyar iniciativas transformadoras desde sus primeras fases, cuando todo es todavía frágil, pero fértil.
Así nació Tiina, un programa de venture philanthropy cocreado con Ship2B Foundation, que durante estos tres años ha servido como campo de pruebas y comunidad de cuidado para proyectos que operan en la intersección entre lo social, lo cultural y lo ecológico. Más que una vía de financiación alternativa, Tiina se ha convertido en una herramienta de transformación paciente, relacional y situada, que desafía las lógicas convencionales del impacto.
En esta entrevista, Lucía Casani, directora para España de la Fundación Daniel y Nina Carasso, hace balance del camino recorrido, comparte aprendizajes clave y proyecta con mirada estratégica y sensible los próximos pasos del programa. Una conversación que abre ventanas al presente y al futuro de una filantropía que no solo invierte: se implica.

Desde su llegada a la Fundación Daniel y Nina Carasso en España, ¿qué evolución o cambios significativos ha experimentado la Fundación?
En estos años, la Fundación ha consolidado su papel como agente filantrópico comprometido, con una identidad clara y una presencia activa tanto en el ámbito cultural como en el alimentario. Hemos pasado de ser una organización que abría convocatorias a convertirnos en una comunidad que acompaña procesos, que escucha a los territorios y que apuesta por lo estructural. Hemos diversificado nuestras herramientas —más allá de la subvención clásica— incorporando la inversión de impacto, la venture philanthropy y el apoyo técnico, lo que nos permite adaptarnos mejor a las necesidades de los proyectos. También hemos reforzado nuestra labor de mediación: generamos vínculos entre actores muy distintos, construimos espacios para compartir aprendizajes y buscamos favorecer entornos que permitan que los proyectos florezcan. Todo esto nos ha llevado a asumir un rol más propositivo, más relacional y más atento al contexto, en línea con los grandes desafíos ecosociales que enfrentamos. La Fundación es hoy más abierta, más conectada, más consciente de su papel como motor de cambio.
¿Cómo se articulan las líneas de acción de la Fundación en torno a la alimentación sostenible y el arte ciudadano?
Las dos líneas de acción de la Fundación —alimentación sostenible y arte ciudadano— se articulan a través de programas estratégicos, convocatorias públicas y proyectos piloto que nos permiten acompañar iniciativas transformadoras desde sus primeras fases hasta su consolidación. En el ámbito de la alimentación, trabajamos desde una perspectiva sistémica, apoyando propuestas con impacto en distintos eslabones de la cadena alimentaria, con efectos positivos a nivel social, ambiental y económico. En el ámbito del arte, impulsamos proyectos que refuerzan el vínculo entre creación artística, educación, pensamiento crítico y vida en común. Apostamos por el arte como espacio de porvenir, capaz de imaginar y ensayar otras formas de estar juntas. En ambos casos, buscamos generar alianzas sólidas, fomentar la innovación y contribuir a democratizar el acceso tanto a la cultura como a una alimentación justa y sostenible.
A priori, los dos ámbitos parecen muy diferentes. ¿Existen sinergias entre los dos ecosistemas (Alimentación y Arte)?
Aunque puedan parecer mundos separados, cada vez emergen más sinergias entre la alimentación sostenible y el arte ciudadano, especialmente a través de proyectos artísticos que abordan cuestiones vinculadas al alimento, el territorio, los saberes populares o los cuidados. Desde la Fundación trabajamos activamente para reforzar estos cruces, generando conexiones entre agentes de ambos ámbitos e impulsando iniciativas que los integren de manera orgánica. Un ejemplo claro es Infinito Delicias, un centro innovador que abrirá sus puertas en Madrid en septiembre y que nace precisamente como espacio de encuentro entre la creación artística, la cocina, la vida comunitaria y la sostenibilidad. Creemos firmemente que estos puntos de cruce no solo son posibles, sino necesarios para imaginar otros futuros posibles.
Uno de los pilares de apoyo de la Fundación es la financiación a través de subvenciones, Inversión de Impacto y Venture Philanthropy. ¿Por qué habéis elegido estas formas de financiación y qué ventajas tienen?
Como fundación filantrópica, nuestra misión es acompañar proyectos transformadores en los ámbitos de la alimentación sostenible y el arte ciudadano. Para ello, hemos desarrollado una combinación de herramientas de financiación que nos permiten adaptarnos mejor a las características y necesidades de cada iniciativa.
A las subvenciones, que siguen siendo un instrumento clave, hemos sumado en los últimos años la inversión de impacto, promovida por el compromiso de nuestro patronato de alinear nuestras inversiones financieras con nuestra misión. Esto nos ha permitido, por ejemplo, crear junto a Quadia un fondo específico para apoyar proyectos de alimentación sostenible en fase seed.
Además, lanzamos Tiina como programa de venture philanthropy para acompañar iniciativas en fases aún más tempranas (pre-seed), combinando financiación flexible con asesoramiento estratégico.
Esta diversidad de enfoques nos permite ampliar nuestro alcance y apoyar tanto a entidades del tercer sector como a sociedades mercantiles con vocación de impacto. En definitiva, adaptar las herramientas financieras a las distintas realidades nos permite reforzar nuestra capacidad de transformación y sostenibilidad a largo plazo.
“No basta con financiar buenas ideas: es necesario cuidar los marcos, los vínculos y los ecosistemas donde esas ideas puedan crecer.”
¿Qué aprendizajes clave ha obtenido la Fundación al colaborar con entidades y proyectos en estos dos ámbitos?
Uno de los aprendizajes más valiosos ha sido comprender la importancia de acompañar los procesos con cercanía, flexibilidad y escucha activa. Cada proyecto tiene su propio ritmo, su contexto y su forma de generar impacto, y desde la Fundación hemos aprendido a adaptar nuestra forma de apoyar, no solo desde lo financiero, sino también desde lo relacional y lo estratégico.
También hemos constatado que los proyectos más transformadores son aquellos que combinan una visión clara con una fuerte conexión con el territorio y con sus comunidades. La confianza mutua, la transparencia y la capacidad de aprender en colectivo han sido claves para construir relaciones duraderas.
Por último, hemos entendido que no basta con financiar buenas ideas: es necesario cuidar los marcos, los vínculos y los ecosistemas donde esas ideas puedan crecer. Tanto en arte como en alimentación, lo estructural, lo sistémico y lo común son dimensiones esenciales para lograr cambios sostenibles y con sentido.
Tres años después del lanzamiento de Tiina, ¿cuáles han sido los principales logros y aprendizajes del programa?
Sin duda, uno de los mayores logros de Tiina es la extraordinaria evolución de las organizaciones participantes a nivel estratégico, de modelo de negocio y de impacto. Todavía es pronto para extraer conclusiones determinantes pero esta evolución muestra que el equilibrio impacto-riesgo-rentabilidad en estos dos ecosistemas puede ser interesante para los inversores comprometidos con el impacto.
Entre los principales aprendizajes destacaría la importancia del lenguaje y la pedagogía tanto que el sector social y de la inversión de impacto converjan. También la necesidad de adaptar las herramientas financieras (e.g., tickets pequeños) y de aportar asistencia técnica sobre todo en los 18 meses posteriores a la inversión para acompañar a las entidades en el desarrollo de sus planes. Un camino el que es esencial el rol de la comunidad y las redes que vinculan a las entidades con sus entornos y con otros actores como las administraciones públicas desde el nivel local hasta el nivel estatal.

¿Podría compartir ejemplos destacados de proyectos apoyados por Tiina que integren la alimentación sostenible y el arte ciudadano?
En el ámbito de la alimentación sostenible, Tiina ha acompañado iniciativas a lo largo de toda la cadena de valor, siempre desde una mirada sistémica e integradora. Un ejemplo destacado es Ecocentral, un centro de distribución de productos ecológicos para comedores escolares en Barcelona que trabaja por precios justos para los pequeños productores y por menús saludables y sostenibles para la infancia. Un proyecto que conecta producción local, salud pública y justicia alimentaria.
En el campo del arte ciudadano, hemos apoyado propuestas muy diversas que promueven el pensamiento crítico, la cohesión social y el acceso equitativo a la cultura. Una iniciativa especialmente inspiradora es Aulafilm, un proyecto que lleva el cine a las escuelas como herramienta pedagógica para cultivar la sensibilidad, la curiosidad y la igualdad de oportunidades desde edades tempranas.
Ambos ejemplos muestran cómo Tiina contribuye a fortalecer iniciativas con capacidad de transformación real, que actúan desde lo concreto pero dialogan con retos estructurales.
¿Cómo ha evolucionado la red de colaboración entre las iniciativas participantes y qué papel ha jugado la Fundación en este proceso?
Uno de los aspectos más valiosos de Tiina ha sido el fortalecimiento de una red de colaboración entre las iniciativas participantes. Desde la Fundación hemos trabajado activamente para facilitar estos vínculos, generando espacios de encuentro que van más allá del acompañamiento individual y que favorecen el aprendizaje mutuo, el intercambio de saberes y la construcción de alianzas.
Además de las actividades propias del programa —como el bootcamp, los encuentros formativos o el Demoday—, fomentamos la participación de estas iniciativas en otros espacios del ecosistema Carasso, lo que les permite ampliar su red de contactos, establecer relaciones con otros proyectos afines y dialogar con actores institucionales, culturales o sociales.
Nuestro papel ha sido el de mediadoras: conectar realidades diversas, facilitar conversaciones que no siempre se dan de forma natural, y acompañar la construcción de una comunidad que comparte valores, desafíos y una mirada transformadora.
“La cuarta edición de Tiina duplica su fondo anual hasta los 500.000 euros para acompañar a más entidades y responder con mayor agilidad a los retos del ecosistema.”
¿Qué novedades presenta la cuarta edición de Tiina y cómo responden a los retos actuales del ecosistema sociocultural y agroalimentario?
La cuarta edición de Tiina introduce varios cambios significativos que refuerzan su alcance y capacidad de impacto. La principal novedad es el incremento del fondo anual, que pasa de 200.000 a 500.000 euros, lo que nos permitirá acompañar a un mayor número de entidades y responder con mayor agilidad a las necesidades del ecosistema.
Además, cada edición contará a partir de ahora con dos convocatorias —una en primavera y otra en otoño— lo que abre nuevas ventanas de oportunidad para que los proyectos puedan acceder al programa en el momento más adecuado de su desarrollo.
Otra mejora importante es la adaptación del acompañamiento: adelantamos el acceso a la financiación y profundizamos en la fase postinversión, conscientes de que el verdadero desafío comienza muchas veces después de recibir el apoyo inicial. Con estos ajustes, buscamos ofrecer un modelo más flexible, continuo y centrado en el cuidado de los procesos, que responda mejor a la complejidad de los retos socioculturales y agroalimentarios actuales.
“Soñamos con que Tiina siga siendo un espacio fértil donde proyectos valientes encuentren el cuidado, los recursos y la comunidad necesarios para crecer.”
Mirando hacia el futuro, ¿cuáles son las aspiraciones de la Fundación para Tiina y su contribución al fortalecimiento del tejido social y cultural?
Nuestra aspiración con Tiina es doble: por un lado, seguir apoyando iniciativas en arte ciudadano y alimentación sostenible que promuevan transformaciones reales en sus contextos; y por otro, contribuir activamente al fortalecimiento del ecosistema de la inversión de impacto desde una mirada crítica, situada y comprometida.
Queremos que Tiina sea un laboratorio vivo, capaz de generar conocimiento, metodologías y aprendizajes que puedan inspirar a otros actores —filantrópicos, públicos o privados— a apostar por modelos de financiación más inclusivos, adaptados y transformadores.
Soñamos con que Tiina siga siendo un espacio fértil donde proyectos valientes encuentren el cuidado, los recursos y la comunidad necesarios para crecer.
Porque en un mundo en transición, acompañar lo incipiente es también una forma de cuidar el futuro.