Creer en crear: la financiación de impacto en cultura

“Tu honor, tu nombre y tu gloria perdurarán eternamente”
Virgilio

¿Qué hubiera sido de los grandes creadores del Renacimiento sin los Médici? ¿Y de las vanguardias sin Peggy Guggenheim? El desarrollo de las artes ha estado siempre ligado al apoyo de mecenas y filántropos a lo largo de la historia. El propio término proviene del nombre de Cayo Mecenas, consejero del emperador Augusto y gran impulsor de las artes, así como protector del poeta Virgilio. Y es que, desde la antigüedad, para que un artista cree -con determinadas condiciones- siempre ha necesitado a alguien que crea en su arte.

En la actualidad, además del enorme peso del mecenazgo cultural, han proliferado múltiples maneras de apoyar a los creadores y productores de obras culturales. En este artículo analizaremos las distintas formas de financiación que conviven actualmente para apoyar la creación de cultura, potenciar su impulso transformador y ponerlo al alcance de la sociedad. Para ilustrarnos más en este tema, hemos contado con la opinión de especialistas de primera línea: Julia Sánchez Albeal, Directora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y de la Fundación Albéniz, Maite Esteve, directora de la Fundación Catalunya Cultura; Isabelle Le Galo, directora de la Fundación Daniel y Nina Carasso para España, así como las de Ainara Guzmán de Kutxa Fundazioa, María Suárez directora de Fundación Nadine y Cristina San Salvador, directora de Venture Philantrophy en Fundación Ship2B.

Nuevas fórmulas de financiación cultural: de la subvención a la deuda e inversión y de la filantropía tradicional a la filantropía y los patrocinios estratégicos

Uno de los grandes promotores de la cultura es el Estado a través de las subvenciones. A las concedidas tradicionalmente en función de la aportación cultural de la obra o proyecto artístico, se han añadido otras fórmulas para la prestación de ayudas que se han adaptado a los nuevos tiempos. Cada vez más se orientan a valorar la viabilidad económica, además de su valor cultural y que la ayuda esté dirigida a la autosostenibilidad del proyecto.

Este nuevo planteamiento es el que se ha seguido para el programa de ayudas del fondo de recuperación europeo. Con un marco común planteado por el Estado, la responsabilidad de la gestión de los fondos se ha transmitido a los gobiernos autonómicos para la adaptación del plan a la realidad y necesidades de cada territorio. En el caso concreto de Cataluña, esta subvención tiene una orientación estratégica que valora fundamentalmente la viabilidad de la propuesta. Concretamente, para que la empresa o proyecto cultural opte a una financiación de hasta 200.000 € que cubra el 80% de una inversión que facilite su crecimiento, debe pasar antes por un proceso de formación y aceleración en una aceleradora cultural y presentar un plan de viabilidad que será valorado para la concesión o no de la ayuda.

Pero el hecho de pasar por un proceso de aceleración -de una manera similar a cómo lo haría una startup- para recibir una ayuda directa no es una práctica desconocida en el ámbito de la cultura. Incluso cuando proviene del mecenazgo, como sucede con la Fundación Catalunya Cultura a través del Programa Impulsa Cultura. Esta entidad, impulsada por el tejido empresarial catalán, apoya a las entidades culturales a través de formación, mentoría y aceleración de sus proyectos. “Se trata de dotarles de herramientas, recursos y metodologías para convertirlos en propuestas más viables y sostenibles. Según su directora, Maite Esteve: “al pasar por el programa facilitamos que hagan un cambio de chip para que trabajen su propio valor y, por lo tanto, que sean menos dependientes de las ayudas.” El programa también ofrece una aportación económica. “Los 10 mejores proyectos con los que se ha trabajado son valorados tanto en función de su viabilidad como su impacto cultural. En esta última edición hemos otorgado un primer premio con una dotación económica de 10.000 €, así como otros premios para el resto por un valor de 62.000 €, indica Esteve.

Cabe destacar que la Fundación Catalunya Cultura ha sido -junto con la Asociación Española de Fundaciones- una de las impulsoras principales de la nueva Ley de Mecenazgo que está pendiente de aprobación, según se anunció el pasado julio en el Congreso. Esta ley pretende adaptar a la realidad socioeconómica actual los incentivos fiscales de la participación privada y asentar las bases para el desarrollo del mecenazgo y la filantropía. De esta manera, promulga el reconocimiento de la figura del mecenas y del micromecenazgo, así como mayores deducciones fiscales entre otras medidas.

“La promoción de la cultura es importante en la sociedad”, afirma la directora de Catalunya Cultura y destaca su valor: “Gracias a su poder de transformación social y económico ya que, además de generar empleo como sector, la cultura es un vehículo para que para las empresas que la apoyan puedan aportar más valor a la sociedad.”

Desde Kutxa Fundazioa valoran igualmente su importancia. «La cultura es identidad, es plantearse las cosas desde una mirada diferente, es la que nos conecta con el sentimiento y por tanto tiene mucho que aportar al resto de ámbitos de la sociedad y a muchos de los retos de futuro», remarca Ainara Guzmán, responsable de proyectos de cultura. En este sentido, destaca que hay tres programas de la fundación orientados a formar y dar oportunidades a los agentes culturales y que ponen énfasis en que los y las creadoras/emprendedoras adquieran competencias empresariales que les ayuden a que sus proyectos sean más sostenibles económicamente y que por tanto dependan menos del sector público. Esto, remarca Ainara Guzmán, “implica que se formen y trabajen en sus modelos de negocio, planes económico-financieros, de comunicación y marketing, etc… pero que también exploren nuevas líneas de negocio con mayor rentabilidad, que busquen colaboraciones con otros agentes creativos y de diferentes disciplinas, y que transformen sus dinámicas de trabajo.”

“Las entidades culturales deben evolucionar y considerar diferentes opciones de financiación, como la inversión de impacto” Julia Sánchez Albeal

El valor de la actividad cultural es precisamente el tema principal del Informe El valor de la cultura. El papel de las Artes Escénicas y la Música Clásica en la economía de impacto, realizado por la Fundación Albéniz junto a la firma EY. Este estudio concluye que las artes escénicas y la música clásica constituyen manifestaciones artísticas con un impacto en la economía y en la sociedad que va más allá del entretenimiento y del producto o servicio consumido. Se destaca también su valor como un bien esencial o de primera necesidad, ya que la cultura tiene un valor transformador del individuo y la sociedad en el largo plazo.

Entre sus indicaciones más relevantes, también advierte que las entidades culturales deben evolucionar y considerar diferentes opciones de financiación, como la inversión de impacto. “Para que haya más filántropos y mecenas que consideren sus aportaciones como inversión, creo que es necesario que existan proyectos maduros para recibir este tipo de aportaciones y que sean capaces de medir y mostrar su impacto a través de metodologías como el Impact Management Project o Teoría del Cambio”, remarca Julia Sánchez Albeal, coordinadora del estudio y directora de la Fundación Albéniz. «También es relevante que entiendan las prioridades del sector empresarial para poder conectar mejor su propuesta con las corporaciones. Además, es preciso que las entidades culturales establezcan una hoja de ruta que les vaya acercando a su sostenibilidad. Para ello, aporta una serie de aspectos a trabajar por las entidades:

· Diversificación de las fuentes de financiación: pasando de una única fuente a poder
acceder al mercado de capitales con la inversión de impacto.

· Formación y especialización de su personal en perfiles más orientados a la gestión.

· Desarrollo de productos culturales innovadores, ajustados a las demandas del público e incorporando la digitalización.

· Incorporación de la planificación estratégica y la contabilidad analítica.

Según su visión, se trata de, entre todos, procurar el acercamiento de dos mundos, las inversiones y las organizaciones culturales, que a día de hoy están bastante separados y van por caminos distintos. “Existen ya buenos ejemplos de esto, afirma Julia Sánchez. A nivel internacional existen ya varios fondos que invierten en Arte y Cultura. Yo destacaría el fondo “Nesta”, que tiene en Reino Unido el fondo Arts & Culture Finance, con £20 millones, dedicado a invertir en iniciativas de arte y cultura. En Estados Unidos, ha surgido “Upstart Co-Lab” que conecta capital con iniciativas de la economía creativa y, en Francia, “ArtNova”. En España, la primera iniciativa de este tipo es Tiina que apoya la inversión en arte y en alimentación y es promovido entre la Fundación Daniel y Nina Carasso y la Fundación Ship2B.”

Para la Fundación Daniel y Nina Carasso el objetivo es identificar e impulsar proyectos que sean capaces de transformar la sociedad en dos ejes fundamentales que atraviesan todas nuestras vidas: la alimentación y el arte. En el caso concreto del programa Tiina, se trata de un programa de inversión de impacto orientado a entidades transformadoras con proyectos en fase temprana que trabajen por el arte ciudadano o bien la alimentación sostenible. Las ayudas financieras (en este caso deuda de impacto blanda) y extra financieras (de acompañamiento) que engloba se diferencian del resto de ayudas en el hecho de que son deuda/inversión (no subvenciones o aportaciones a fondo perdido).

De esta manera, comenta Isabelle Le Galo, “buscamos impulsar la fertilidad del ecosistema de proyectos comprometidos social y medioambientalmente desde el arte y la alimentación para que el día de mañana podamos tener muchas más iniciativas en fase seed que las que estamos viendo hoy y estimando para los próximos años. En esa fase, podremos invertir desde nuestro programa de inversiones de impacto más clásico, dedicado a este tipo de grado de madurez. Además, de esta manera exploramos las posibilidades de Venture Philanthropy en alimentación y en arte en nuestro país.”

En este sentido, prosigue Isabel Le Galo, el compromiso social y ambiental debe ser infalible, la capacidad transformadora claramente demostrable y el proyecto propuesto a financiación debe tener solidez en su elaboración (existen datos que avalan este camino, otros ejemplos nos pueden alentar a implementarlo, la manera de definirlo es profesional y cuidadosa).

“Los préstamos blandos nos proporcionan mucha flexibilidad para adaptarnos a cada caso, de manera sensible e inteligente.” Isabelle Le Galo

Respecto a los criterios de selección de proyectos, el programa valora tanto el impacto como la sostenibilidad y la rentabilidad. De hecho, nos comenta la directora de la fundación, “tenemos mitad del comité más enfocado a impacto social y la otra mitad enfocada a rentabilidad. Fue creado así justamente para asegurar el grado adecuado de debate. Al final miramos que cada iniciativa sea muy consciente de ambas necesidades, y de que no presente riesgo de perder de vista alguno de los dos. También buscamos un equilibrio en el conjunto de iniciativas seleccionadas de manera que Tiina pueda reportar resultados impactantes en ambas vertientes.”

Sobre la fórmula de los préstamos blandos destacan desde la Fundación Daniel y Nina Carasso que “es la manera más sencilla y ágil de ejecutar estas ayudas, tanto por nuestra parte, como por parte de las iniciativas beneficiarias de estas ayudas. Nos proporcionan mucha flexibilidad para adaptarnos a cada caso, de manera sensible e inteligente. Además, es un instrumento al que pueden optar los proyectos de cualquier figura legal.”

Una visión muy similar a la de la Fundación Daniel y Nina Carrasso del artista como emprendedor es la que nos trasladan desde la Fundación Nadine. “Nos enfocamos a artistas jóvenes- comenta su directora, María Suárez Riera– que sienten un fuerte impulso por llevar a cabo su proyecto personal, por descubrir el valor social del arte, que buscan comprender cómo su idea se puede transformar en un modelo de negocio viable con predisposición a enfrentarse a un mundo desconocido: el emprendimiento social.”

En este sentido, incide: “Todo emprendedor necesita inversión inicial para desarrollar su proyecto.” Por lo tanto, incide en que el programa de incubación artística va acompañado de una financiación de hasta 12.000 euros por proyecto. No es una beca, se invierte en la persona y en el proyecto con un doble fin: que el artista pueda dedicar tiempo a trabajar en el programa y que además cuente con inversión inicial para pilotar. «Se trata de una financiación sin retorno financiero, es decir, de una donación- aclara. Lo que medimos es el retorno social (a través del potencial de mejora del reto propuesto y de la amplificación de capacidades y habilidades del artista incubado).”

Mirando al futuro

Con la vista puesta hacia adelante, las donaciones desde la filantropía o las aportaciones en forma de inversión no son excluyentes sino que, más bien, son vías complementarias, Julia Sánchez Albeal. Además, estamos viendo una evolución – y cada vez lo veremos más – en cómo se dona. Los donantes buscan cada vez más que los proyectos se alineen con sus prioridades y que la donación sea efectiva y tenga un impacto medible. En este sentido, me parece muy interesante el movimiento internacional que está comenzando de “filantropía efectiva”, donde se valora el impacto teniendo en cuenta tres componentes: desatención actual, capacidad de solución y relevancia o escalabilidad.

Por su parte, María Suárez de Nadine remarca: “La inversión de impacto está recién llegada en el mundo de la cultura. No sólo los artistas desconocen este vehículo de inversión, también es nuevo para los gestores de fundaciones e instituciones culturales.” Por lo tanto, remarca que la situación es cuestión de tiempo y de hacer entender que la inversión de impacto complementa otro tipo de financiación más tradicional como la subvención.

Para Isabelle Le Galo no todo en la cultura podrá tener financiación privada y retorno económico, al menos en el modelo económico actual. En todo caso, cada vez más organizaciones culturales son conscientes de la necesidad de idear maneras de generar ingresos propios sin renunciar al impacto, en lugar de depender exclusivamente de ayudas externas públicas o privadas.

Respecto al futuro, Le Galo piensa que: “Podríamos ver más organizaciones culturales optando por modelos híbridos de financiación – incluyendo préstamos e inversiones en capital.” En este sentido apunta que la inversión de impacto podría emerger como financiación alternativa y complementaria a las vías de financiación más tradicionales en el caso de que se consiga desarrollar el ecosistema necesario, bien a través de altavoces que pongan en valor el potencial económico y social de la cultura, o a través de incubadoras especializadas en emprendimiento cultural que fortalezcan a los proyectos en términos de competencias emprendedoras, planteamiento estratégico y medición de impacto.

“Debemos abogar por la compatibilidad y convivencia de todas las fórmulas de financiación.” Cristina San Salvador

Cada iniciativa cultural debe ser financiada según sus propias características- coincide Cristina San Salvador, directora de Venture Philantropy de Fundación Ship2B. Por lo tanto, debemos abogar por la compatibilidad y convivencia de todos los modelos de financiación y dar la bienvenida a las nuevas fórmulas sin descartar las más tradicionales.

Tanto las subvenciones públicas tradicionales como estas más recientes orientadas a generar más empresa e industria en la medida que se pueda son necesarias. La filantropía, el mecenazgo y el patrocinio son fundamentales y deben mantenerse, eso sí tratando de ser estratégicos y maximizar impacto y fomentar alianzas. Finalmente dentro del mundo de la inversión de impacto hay que desarrollar fondos o estructuras que inviertan o hagan deuda en el sector cultural con impacto, aunque normalmente tendrá que ser con esquemas más impact first o venture philanthropy y con instrumentos híbridos, de manera que sean adecuados para la realidad de los proyectos culturales con impacto. «Por nuestra parte estamos muy ilusionados con el programa y fondo Tiina en colaboración con la Fundación Daniel y Nina Carasso, comenta Cristina San Salvador, sentimos que es nuestro granito de arena en todo el panorama que se abre por delante.

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