
En un momento en que la inteligencia artificial está redefiniendo la manera en que trabajamos, tomamos decisiones y gestionamos nuestro tiempo, desde Ship2B queremos entender mejor cómo aplicar todo ese potencial al mundo del impacto social y la inversión de impacto.
Por eso hemos hablado con Ivan Monells, emprendedor con propósito y experto en IA aplicada a empresas en crecimiento.
Ivan es cofundador de la marca de moda sostenible Brava Fabrics y actualmente está al frente de la startup MNLabs especializada en inteligencia artificial aplicada a la productividad empresarial. Su perfil mixto —con experiencia tanto en el desarrollo de marcas con propósito como en la aplicación de tecnología de vanguardia— lo convierte en una voz clave para entender cómo la IA puede convertirse en una herramienta aliada del impacto social.
En esta entrevista, hablamos con él sobre propósito, automatización, cultura organizacional y cómo empezar a integrar la IA en el día a día de cualquier equipo.

¿Qué te llevó a fundar Brava Fabrics? ¿Cuál era el propósito que os impulsó a lanzar una marca con un enfoque sostenible en un sector como el de la moda?
La fundación de Brava Fabrics fue el resultado de un encuentro fortuito y una oportunidad estratégica. Conocí a mi socio durante el MBA en ESADE, y aunque ninguno de los dos teníamos experiencia previa en el mundo de la moda, nos unía la motivación de emprender y construir una marca digital nativa dentro del ecosistema e-commerce. La decisión de enfocarnos en moda no vino tanto por una vocación estética o textil, sino por un análisis de tendencias macroeconómicas: era el sector que lideraba el crecimiento del comercio electrónico en ese momento, y además, nos resultaba atractivo.
En ese sentido, Brava nació inicialmente más como un proyecto de e-commerce que como una marca con propósito. La sostenibilidad no fue un punto de partida, sino una evolución natural: a medida que fuimos profundizando en cómo funcionaba realmente la industria textil y el impacto que generaba, nos dimos cuenta del rol que podíamos jugar. Fue aproximadamente un año después cuando empezamos a incorporar la sostenibilidad como un eje central, al ver que había margen para hacerlo mejor sin grandes sacrificios.
A lo largo del camino con Brava, ¿qué aprendizajes clave te llevas como emprendedor de impacto? ¿Y cuáles dirías que han sido vuestros mayores logros hasta hoy?
El aprendizaje más valioso ha sido entender que, por encima de todas las tácticas digitales, los anuncios en redes sociales y los “hacks” de e-commerce, lo que realmente marca la diferencia es el producto. Puede sonar evidente, pero cuando te adentras en el mundo del crecimiento digital, es fácil perder de vista lo esencial: estás vendiendo moda, no simplemente tráfico web o métricas de conversión.
La calidad, el diseño y la autenticidad del producto son la base de todo. Y dentro de ese producto, la sostenibilidad forma parte de lo que lo hace trascendente. Si tu producto no conecta, no emociona, no «mola», da igual lo buena que sea tu estrategia de marketing: no vas a generar impacto.
En cuanto a los logros, hemos alcanzado los 5,5 millones de euros en facturación, con un 80% de nuestras ventas provenientes del mercado internacional. Operamos en múltiples canales —e-commerce, retail multimarca y tiendas propias— y contamos con tres tiendas físicas. Además, hemos construido un equipo sólido tanto en la oficina central como en el ámbito retail, y hemos conseguido poner centenares de miles de prendas sostenibles en los armarios de personas de todo el mundo. Es un motivo de orgullo enorme.
¿Qué retos ves aún pendientes para las marcas con propósito que quieren escalar sin perder de vista la sostenibilidad y la ética empresarial?
Uno de los grandes retos es no caer en la tentación de convertir el propósito en una estrategia de marketing. El propósito debe ser auténtico, estar arraigado en la cultura de la empresa, y no una herramienta para decorar campañas.
Además, las marcas deben asumir que la sostenibilidad, por sí sola, no vende. El consumidor compra porque le gusta el producto, no exclusivamente por sus valores. Eso sí: el hecho de que sea sostenible le hará sentirse bien con su decisión. La sostenibilidad aporta un plus emocional, pero nunca puede ser un sustituto del atractivo del producto.
Y esto, aunque especialmente cierto en el contexto español, varía en otros mercados. En el norte de Europa, por ejemplo, ser sostenible puede ser una condición de entrada en muchas tiendas multimarca o incluso en los armarios de los consumidores más conscientes. Pero aún así, insisto: el diseño tiene que enamorar, no basta con tener valores.
¿Cómo has vivido el equilibrio entre propósito e innovación tecnológica? ¿Qué pueden aprender el uno del otro para generar soluciones transformadoras?
Creo que no hay que plantearlo como un equilibrio, sino como una sinergia. En mi experiencia, propósito e innovación tecnológica no son polos opuestos, sino fuerzas complementarias. De hecho, muchas veces la tecnología actúa como facilitadora del propósito: permite escalar el impacto, mejorar procesos y hacer más con menos.
Las soluciones tecnológicas, bien aplicadas, pueden amplificar enormemente la capacidad de una marca para generar impacto positivo. Por tanto, no creo que debamos elegir entre una u otra dimensión. El verdadero poder transformador ocurre cuando se integran ambas.
Actualmente estás liderando una startup especializada en inteligencia artificial aplicada a la productividad. ¿Qué potencial ves en la IA para escalar proyectos de impacto?
Actualmente lidero MNLabs, una consultora especializada en inteligencia artificial cuyo nombre viene de mis apellidos, Monells. El proyecto nació con la intención de construir un software propio, pero pronto comprendí que el mercado no estaba preparado. La mayoría de empresas no necesitaban todavía otro software más, sino comprensión: entender qué es la inteligencia artificial, cómo puede aplicarse y en qué aspectos concretos de su negocio puede marcar una diferencia real.
Por eso MNLabs se ha convertido en un híbrido entre consultora, formadora y solucionadora. Ayudamos a las organizaciones a diseñar una estrategia de IA coherente, a establecer políticas de uso, a identificar procesos donde la IA generativa pueda tener impacto, y a desarrollar soluciones personalizadas para automatizarlos. Además, formamos a sus equipos para que integren herramientas de IA en su día a día de forma útil y práctica.
Creo firmemente que cualquier profesional, en cualquier sector, debería ser capaz de ahorrarse —como mínimo— tres horas semanales gracias a la IA. Ese ahorro, escalado en toda una organización, representa una transformación masiva en productividad. Y estamos solo al principio. Estamos viviendo un momento parecido al nacimiento de los ERPs o los CRMs: una disrupción estructural que marcará los próximos diez años de las empresas.
“Muchas veces las empresas quieren aplicar IA donde aún no funciona, y descuidan áreas donde puede ser profundamente transformadora.”
En tus formaciones haces mucho foco en el uso práctico de la IA en el día a día. ¿Qué casos de uso destacarías que realmente estén ahorrando horas y mejorando procesos ahora mismo?
Mi enfoque siempre es práctico, con impacto inmediato. Por eso me centro en casos de uso que ya hoy están demostrando un ahorro real de tiempo y recursos. Algunos de los más comunes son:
- – Redacción y escritura: desde emails hasta documentos comerciales, propuestas o contenido web.
- – Análisis de datos y síntesis: transformar datos dispersos en información accionable.
- – Automatización administrativa: generación de presupuestos, clasificación contable, creación de informes.
- – Soporte al cliente y back office: automatización de tickets, respuestas a consultas frecuentes.
- – Creatividad y diseño visual: generación de imágenes, material para redes sociales y campañas de marketing.
Además, desarrollamos aplicaciones a medida para automatizar procesos internos clave. En muchos casos, estas soluciones eliminan la necesidad de intervención humana, liberando al equipo para tareas de mayor valor añadido.
Eso sí, también es importante gestionar expectativas: muchas veces las empresas quieren aplicar IA en áreas donde aún no tiene el nivel necesario o simplemente hay otras soluciones mejores, y sin embargo descuidan otras donde puede ser profundamente transformadora. Parte de mi trabajo consiste en orientar y ajustar ese enfoque para que la tecnología realmente sume.
Mirando atrás, ¿cómo crees que la IA podría haberos ayudado en Brava Fabrics? ¿Hay alguna aplicación concreta que ves clara en el sector de la moda o en empresas de producto sostenible?
La IA ya está ayudando, y mucho, a Brava Fabrics. Si echo la vista atrás, hay muchas áreas donde su aplicación habría supuesto una revolución en eficiencia, creatividad y agilidad:
- – Generación de inspiración y conceptos de producto
- – Diseño de colecciones o prototipos mediante IA generativa
- – Creación de contenido para redes sociales y campañas
- – Traducción y localización de fichas de producto a múltiples idiomas
- – Automatización de atención al cliente y resolución de consultas
- – Elaboración de presentaciones, reports y análisis de negocio
- – Desarrollo de software interno más rápido y eficiente
Y lo más interesante es que Brava no es un caso atípico. Cualquier empresa, incluso las más pequeñas o artesanales, pueden beneficiarse de estas herramientas. Lo único necesario es saber dónde aplicarlas y cómo integrarlas de forma estratégica.
“La inteligencia artificial no toma el volante: nos ayuda a llegar más lejos y más rápido, pero seguimos conduciendo nosotros.”
Más allá de herramientas concretas, ¿cómo puede una organización fomentar una cultura ‘IA-friendly’ sin perder su esencia humana y centrada en el impacto?
Siempre explico que la inteligencia artificial debe entenderse como un copiloto. En ese sentido, me parece acertadísimo el nombre que ha utilizado Microsoft para su suite de IA: “Copilot”. Refleja perfectamente lo que representa esta tecnología en nuestro día a día: un asistente inteligente que nos acompaña, que potencia nuestra capacidad, y que, sin tomar el volante, nos ayuda a llegar más lejos y más rápido.
Si lo pensamos bien, la IA es simplemente la evolución lógica de otras tecnologías que han revolucionado nuestra productividad, como el ordenador personal, el correo electrónico, Excel o los sistemas de gestión empresarial. Cada una de estas herramientas multiplicó lo que éramos capaces de hacer. La IA generativa viene a ocupar ese mismo lugar, pero con una diferencia radical: rompe paradigmas que antes eran impensables, como la capacidad de crear, de razonar, de redactar, de diseñar o incluso de tomar decisiones con cierta autonomía.
Por eso, fomentar una cultura ‘IA-friendly’ no significa deshumanizar el trabajo, sino al contrario: significa liberar a las personas de tareas mecánicas o repetitivas, para que puedan centrarse en aquellas que verdaderamente requieren juicio, empatía y visión. La clave está en adoptar la IA como herramienta, no como sustituto, y en formar a los equipos para que la integren con criterio, ética y propósito.
¿Qué errores comunes ves en equipos que quieren introducir IA rápidamente pero sin una estrategia clara?
El error más frecuente que observo es la falta de liderazgo claro en la adopción de IA. Muchas organizaciones empiezan a experimentar con herramientas sin haber definido una estrategia global, sin comprender bien qué puede y qué no puede hacer la tecnología, y sin establecer una gobernanza adecuada.
Esto lleva a un entorno caótico, donde cada empleado utiliza soluciones distintas sin coordinación, sin control y sin compartir aprendizajes. Peor aún: muchas veces lo hacen sin avisar, lo cual representa un riesgo tanto a nivel operativo como de seguridad. En ese contexto, no se generan sinergias entre departamentos, no se comparten buenas prácticas y se desaprovecha el verdadero potencial transformador de la IA.
La IA puede redefinir procesos completos, no solo ayudar a individuos aislados a trabajar un poco más rápido. Pero para que eso ocurra, es imprescindible contar con una estrategia transversal, con objetivos claros, liderazgo técnico y acompañamiento al cambio. Sin eso, la IA se convierte en un experimento disperso y no en una palanca de transformación.
Si realmente conseguimos desplegar todo el potencial de la IA en los próximos años, ¿cómo te imaginas que será el día a día en una organización de impacto? ¿Qué nuevos hábitos o formas de trabajo podrían aparecer?
No creo que una organización de impacto impulsada por IA deba ser muy diferente, en su funcionamiento, de cualquier otra que adopte esta tecnología. Lo que las diferencia es su propósito, no sus procesos. Las tareas esenciales son bastante similares, lo que cambia es el «para qué» se hacen.
Dicho esto, es evidente que la inteligencia artificial va a alterar profundamente la relevancia de muchas habilidades. Así como tener una calculadora ha hecho innecesario saber hacer raíces cuadradas, la IA hará que ciertas competencias —incluso algunas creativas— pierdan protagonismo. En cambio, ganarán valor las capacidades estratégicas, el pensamiento crítico, la dirección consciente de la tecnología y la capacidad de dar sentido al trabajo en un contexto automatizado.
En el futuro cercano veremos organizaciones más ligeras, más ágiles y más centradas en el valor. Algunas, como Duolingo, están ya liderando ese cambio utilizando la IA no solo para optimizar procesos, sino también para rediseñar productos enteros. Otras harán un uso más limitado, y está bien que así sea. La clave está en que cada empresa defina su propio camino, adaptado a su realidad y a su visión.
Lo importante será tener un mindset claro: entender qué queremos conseguir con la IA, y cómo queremos que potencie —no sustituya— nuestro impacto.